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Se cumple un año de la tragedia de Tornadizos

Se cumple un año de la tragedia de Tornadizos

martes 16 de septiembre de 2014, 11:07h

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El 8 de julio de 2013 Ávila despertó con sirenas y con ruidos de helicóptero. La tragedia llegó al puerto de la Paramera poco antes de las 8:30 cuando el autobús que cubría la línea entre Serranillos y la capital se salió de la carretera N-403, a la altura de Tornadizos de Ávila.

Se cumple un año de la tragedia de Tornadizos

Comenzaban entonces horas de tensión, angustia e incertidumbre porque nueve personas perdieron la vida y sus identidades no pudieron determinarse hasta última hora de la tarde. Un año después, todos los que de una forma u otra se vieron afectados por la tragedia –hubo una veintena de heridos- no pueden evitar recordar aquellas horas.

Un año después, los pueblos que perdieron a algunos de sus vecinos tratan de olvidar aquella horrible mañana de julio. Así lo comparte con Ical el alcalde de Villanueva de Ávila, Pedro García, que hace un año despidió a Martín y Beatriz, padre e hija, de 60 y 33 años de edad. La familia, aunque residía en Ávila, pasaba largas temporadas en la localidad, así como muchos fines de semana.

“No es que haya que olvidar el pasado, porque no se puede, pero hay que mirar hacia delante”, manifiesta el primer edil. La esposa y madre de estos dos fallecidos apenas ha vuelto por el pueblo, donde vive Máximo, de 87 años de edad, que sobrevivió al accidente. Sus vecinos, como relata el alcalde, procuran no mencionar el tema cuando charlan con él e intentan distraerlo con otros asuntos. “No es un tema para recordárselo día tras día”, apunta el alcalde.

Esta actitud suele ser habitual entre los conocidos, aunque la psicóloga Teresa de la Iglesia –que formó parte del equipo de Cruz Roja que atendió a las víctimas- reconoce que el silencio no siempre es lo mejor para las personas que han pasado por una experiencia traumática. La profesional reseña que la mejor actitud para ayudarlas es ofrecerles la oportunidad de que cuenten cómo se sienten porque si desean hablar de lo ocurrido, lo harán, y eso les servirá para sacar fuera el dolor y compartirlo.

“El problema de esto es que ‘corremos el riesgo’ de que, al ofrecernos para escuchar, nos lo cuente y acabemos viéndonos afectados por ese dolor”, explica de la Iglesia para lo que reivindica la necesidad del ser humano de tener «espacios de ventilación emocional» y poder relatar a los demás cómo se sienten para poder ir cerrando heridas y seguir adelante.

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