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El estado del estado (64): El problema de Occidente (III)
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El estado del estado (64): El problema de Occidente (III)

Por Carlos González
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bergidahotmailes/7/7/15
sábado 14 de noviembre de 2020, 11:25h

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Se nos hace imprescindible, y así lo aplica Yony, que lo primero que vamos a definir es la “Herramienta a utilizar” para intentar, primero fijar y delimitar, y después, si podemos, dar la solución al posible, “Problema de Occidente”.

Destaca el informante que lo primero que apreciamos sin lugar a duda es que una de las columnas creadoras de Occidente, la Judeo-Cristiana, resulta ineficaz no solo para delimitar el problema, sino para dar la más mínima solución.

¿Por qué esto es así? Porque si aplicamos el criterio de la fe en los “Textos Sagrados”, como le sucede en estos momentos al propio Judaísmo en Israel, o al Islam -uno de sus hijos directos- en los territorios en los que se practica este rito religioso, y tal como se planteó en distintas épocas y territorios en el propio Cristianismo, el problema consiste –dicen siempre los sabios en la doctrina- en decir que no hay suficiente Fe, y que no se siguen a rajatabla los conceptos, creencias, reglas y ritos religiosos tal como los textos sagrados regulan. Y por ello, claramente, la solución no puede ser otra que: Disciplina y orden, predicar de nuevo, someter a los dudosos y más aún a los infieles, aplicar con rigor estricto los castigos, y eso sí… Sangre… Mucha sangre. Siempre mucha sangre.

El abordar el estudio solo puede ser iniciado, planteado, y si se puede, resuelto, con las herramientas que nos proporcionó –ya en el siglo VI A.C.- la cultura Grego-Romana. Solo podemos nombrar a Aristóteles de Estagira, y seguir sus reglas: Realizar el mejor análisis posible del entorno, estudiar todos los elementos que intervienen en el problema, valorar cada uno de ellos y, según las reglas de la propia naturaleza, ver donde podemos restablecer los equilibrios y hacer que las cosa funcionen con orden y naturalidad.

Iniciado ese estudio comprobamos -y así lo recalca Yony- que debemos estudiar cómo funcionan los grupos sociales, todos. Con esos conocimientos podremos saber en qué fase de desarrollo están, en este caso todo Occidente, y apreciaremos los fallos, si es que existen, o donde se han producido los desequilibrios que hacen que ese grupo social se sienta desorganizado, o no motivado, o con resentimientos de todo tipo: Sociales, económicos, de confianza en sus conocimientos, en sus instituciones, en sus liderazgos y élites, etc.

Al realizar ese estudio comprobamos que todos los grupos sociales –sin excepción alguna, por ello es una regla científica- necesitan un “Líder” absoluto al frente, que goce de todos los poderes de alcance total. Todos han de seguirle sin la más mínima oposición, tanto las “Élites” como los gobernados. Y toda la jerarquía política, social y económica nace en él, y según sus normas y leyes han de regirse. Si esto sucede así el grupo marcha con un único objetivo, y funciona. Cuando se discute ese liderazgo el grupo comienza a no funcionar y solo caben dos alternativas, o ese grupo social salta por los aires y termina -o extinguiéndose o partiéndose en mil pedazos, y que, a su vez, siempre terminan esas partes engullidas dentro de otro liderazgo inquebrantable al que tarde o temprano han de acomodarse- o, la segunda, modificando su liderazgo, seguir férreamente al nuevo y continuar unidos y organizados con las leyes que ese nuevo liderazgo implanta –si aplicamos el nuevo liderazgo de, “Estado de derecho y democracia”, ha de ser respetado escrupulosamente por todos-.

Huelga decir que ya desde el año 10.000 A.C. el liderazgo consiste en ese cuerpo de creencias, costumbres y ritos que componen una civilización –en estos momentos el estado de derecho-.

Tras el estudio, la segunda regla consiste en que las Élites de ese grupo social – las personas más capaces en sus distintos órdenes y que gozan de preeminencia-, han de creer férreamente en el liderazgo y defenderlo ante el exterior y ser ejemplo en el interior. Las élites son la columna vertebral y las costillas de ese grupo social.

Y lo tercero es que los gobernados han de estar lo mejor formados posible es esos preceptos y participar en la creencia y seguimiento de los mismos. Ha de haber, para que un grupo social funcione, la mejor coordinación y seguimiento posible entre el liderazgo, las élites, la jerarquía y los gobernados. Cuando esto se deteriora hasta unos determinados puntos de fricción ese grupo salta por los aires.

Obtenidos los conocimientos anteriores, los cuales nos los ha proporcionado la ciencia de la que ya disponemos de cómo funcionamos los humanos, con su aplicación veremos cuál es el problema de occidente, y cuál es su mejor solución.

Sobre el autor

Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema, y de reciente aparición Psicología de virtudes y pecados, de editorial, Letras de autor.

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