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El estado del estado (XI): Por una cultura del sexo
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El estado del estado (XI): Por una cultura del sexo

Por Carlos González
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bergidahotmailes/7/7/15
sábado 30 de mayo de 2020, 13:33h

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Lo que sí parece tener claro, Yony, es que cuando comience a describir cómo pensamos los humanos y explicárselo con claridad a su mundo, comenzará por nuestra concepción del sexo y la reproducción, por lo significativo que es.

Observando como pensamos y actuamos en ese tipo de relaciones puede clarificarle cual es nuestro grado de experiencia en el desarrollo de la mente como especie, y nuestra forma de llevar a cabo la convivencia humana. Porque no cabe la más mínima duda que el desarrollo sexual marca mucho la mente de una persona y determina el grado de evolución de esa cultura o civilización.

Una vez más no puede por menos que observar la gran distancia con su mundo. La explicación sencilla es que nuestra concepción del sexo y la reproducción obedece a la visión y experiencia que de ese mundo tiene un adolescente no mayor de veintitrés años. Por una parte se divisa a todas luces cierta parcela de la sociedad, y de pensadores destacados, que no de forma directa, pero indirectamente aún siguen creyendo que el sexo debe permanecer oculto y dejarlo para las noches oscuras en las que toda explicación es imposible. Mi mujer, que ronda los cincuenta, me cuenta que la única explicación que recibió de su madre, ya maestra nacional en esa época, es aquello de “ahora debes tener cuidado con los chicos que son muy malos”, ¡nada más!. Y, para su madre, el sexo era algo a lo que debía enfrentarse en soledad, y nunca mejor dicho, en la oscuridad de su dormitorio, con el marido que le había tocado. Casamiento y mortaja... Era como enviar a una hija a la despensa y decirle, “Ahí está toda la comida”, pero a esa mocita no se le dijo dónde estaba el aceite y la sartén, o como cocer con agua dichos alimentos.

Por el contrario, también Yony trataría de explicar la ceguera con la que los nuevos intelectuales quieren tratar el tema y enviar a los jóvenes a unas relaciones tan profundas y complejas con el criterio de un “Fast Food” de feria, o de bocadillo de fin de semana. Sin tener en cuenta la complejidad de elaborar una buena comida casera y no digamos ya de un banquete importante que puede llevar dos o tres días de preparación.

Parece que se desconoce a todas luces, o no se quiere ver, que las relaciones sexuales deben practicarse como expresión del cariño mutuo porque provocan una profunda relación afectiva. Con múltiples lazos de interdependencia, y que una vez creada, puede ser casi imposible de deshacer. Parece que no se quiere aprender de los simples animales, y más los que viven en grupo como nosotros. Vemos que estos no permiten las relaciones hasta una determinada edad. Porque las relaciones sexuales y reproductivas implican un grado de seriedad y responsabilidad que solo un adulto formado puede entender. Dichos animales jamás llevan a cabo violación alguna. Siempre es la hembra la que marca el momento y lugar, y sobre todo, con quién.

Parece que no se quiere entender y aceptar que las relaciones sexuales es una cuestión de adultos responsables, que han de construir con su pareja un futuro de relaciones muy complejas y amplias. Se comprometen afectivamente, en lo social, en lo laboral en lo patrimonial y, sobre todo, en su entrada y salida en la estructura social y de poder. Por eso muchas veces cuando una persona es abandonada por su pareja puede llevarle a una desestructuración total que le lleva a tal estado que provoca el suicidio. U otras quedan marcadas de por vida. Ello demuestra que las relaciones afectivas que derivan en relaciones sexuales provocan en cualquier individuo unos sentimientos y una visión de su entorno con muchas más implicaciones que un “Picnic” con el que pasar un rato más o menos divertido.

Si el informante se dirigiese a nosotros con el fin de no enrollarse en este tema y que pudiésemos entenderle nos diría algo como que debemos iniciar un camino como hicimos con la arquitectura o la medicina. Comenzar por adecuar una cueva, o tratar de enderezar un hueso roto y entablillarlo, y después, al ir recogiendo en libros todos los conocimientos que iríamos adquiriendo, poder abordar problemas más complejos como construir una casa y que no nos aplaste, o tratar de cerrar una herida y que no se infecte. Es decir, una cultura de acumulación de conocimientos reales sobre la Física o la Biología y estos nos permitirían una verdadera cultura de la construcción de edificios o del arte de sanar. En este caso del arte de relacionarnos sexualmente de forma adecuada.

Solo si comenzamos a aprender de las profundas implicaciones emocionales que conlleva una relación sexual y de su trascendencia social, y una vez adquiridos pequeños conocimientos los vamos anotando y poniendo en práctica, podremos algún día hablar con cierta propiedad del sexo y las relaciones de reproducción. Igual que hoy podemos disertar durante horas de Gastronomía, Arquitectura o Medicina.

Lo demás es… Hablar por hablar.

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