Su uso se quintuplicó entre 1975 y 2001. Además desde el inicio de la crisis, se ha duplicado. Un paseo breve por el soleado Berlín de finales de agosto confirmará su pujanza en el país de gigantes del automóvil como la semipública Volkswagen, tercer fabricante mundial, o la bávara BMW y la suaba Daimler.
Las llamadas de atención a los fabricantes se han multiplicado en los últimos años. Un estudio de una universidad privada alerta de que "para más de un tercio" de los alemanes menores de 25 años, "el coche es un medio de transporte más" y no están dispuestos a sacrificar sus viajes ni a reducir otros gastos para costearse un vehículo.
Por ejemplo, solo el 4% de los jóvenes consultados en 2010 prefería tener coche propio que irse de casa de sus padres y sólo el 18% invertiría sus ahorros en un automóvil. Mala señal para una industria especializada en coches de gamas media y alta.
Y es que solo alrededor del 7% de los compradores de coches nuevos en Alemania tiene menos de 29 años cuando hace poco más de diez años, representaban casi el 15% del total.
Para el sociólogo berlinés Andreas Knie, "estamos ante un proceso imparable" que no se limita a las grandes ciudades o a sus barrios acomodados como Prenzlauer Berg, donde según el Senado (Gobierno regional) las bicicletas suponen el 40% del tráfico.
La relación de los alemanes con sus automóviles "lleva casi 20 años enfriándose". Es generacional: las calles están saturadas de coches y quien quiera tiene acceso a uno. Su valor como símbolo de estatus o como logro personal tiende, así, al cero.
Tener coche propio se está convirtiendo en "una antigualla". No porque los jóvenes renuncien al individualismo que simbolizó en las décadas del milagro alemán de la posguerra; "al contrario, es porque el coche ya no encarna eso".
Según publica el Club Alemán de la Bicicleta (ADFC), en un informe patrocinado por el Ministerio de Transporte, el 24% de los alemanes mayores de 14 años dice usar la bicicleta "a diario"; el 29%, al menos una vez a la semana, y el 16%, un mínimo de una vez al mes.
Y que con una población algo superior a los 80,5 millones de personas, en toda Alemania rueden más de 73 millones de bicicletas es algo significativo y digno de consideración, especialmente cuando se venden unos cuatro millones de ellas al año por unos 450 euros de precio medio.
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