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Más villana que heroína

Ciudadanos como sparring de la execrable estratagema victimista de Ayuso a base de quimeras
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Ciudadanos como sparring de la execrable estratagema victimista de Ayuso a base de quimeras

jueves 11 de marzo de 2021, 17:58h

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El pasado miércoles la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, comenzaba su show más decrépito hasta la fecha. Un urdido plan que ha puesto entre la espalda y la pared a un Partido Popular denostado por sus corruptelas pese a los ingentes -o no tanto- intentos de su líder, Pablo Casado, por deshacerse de esa pesada mochila que le ha puesto al borde del precipicio político por el que su némesis autonómica parece empeñada en arrojarle.

Lo de Isabel Díaz Ayuso da para serie de televisión, e incluso para varias temporadas. Tenemos ante nosotros a la típica dirigente que se cree la heroína de la historia cuando no acierta siquiera a alcanzar el papel de respetada villana. Sin embargo, sus argucias le funcionan, o eso piensa ella y la masa que ha erigido a la presidenta madrileña como mártir ante su dimisión ‘inesperada’ frente a una quema de brujas que no existió y que ni siquiera estaba prevista.

Porque Isabel Díaz Ayuso comenzó su día de gloria mintiendo. Eso de antemano. No había intención alguna por parte de Ciudadanos de promover ninguna moción de censura más allá de Murcia, donde el infame comportamiento de los dirigentes populares de colarse descaradamente en el proceso de vacunación contra el Covid-19 había provocado la ira de la formación naranja. La postura de los de Arrimadas a este respecto, tanto a nivel local como nacional, es inamovible desde el comienzo del mismo: dimisión para todos los cargos, vengan de donde vengan, que se salten las reglas.

Pero aplicar la pura lógica -y más cuando estamos hablando de vidas en juego-, en política tiene sus consecuencias, y es que el PP de Murcia no quería socios, “quería cómplices”. Y nunca mejor dicho esto por parte de Inés Arrimadas, puesto que los populares les exigían mirar hacia otro lado... ¿No queríamos cambiar las cosas, señor Casado? Pero Ciudadanos se ha cansado de ser el sparring de la política española al que atizarle y echarle la culpa de todo, porque ya no tiene nada que perder.

Explicado esto, volvamos a centrar el foco en la protagonista del día. Y es que vaya, qué casualidad que hasta Telecinco hubiese programado y anunciado justo para ese miércoles el gran regreso de María Teresa Campos a la televisión con -sorpresa-, Isabel Díaz Ayuso como primera invitada estrella. Una entrevista que además había provocado “estupor” ante la aglomeración de personas en plena Puerta del Sol durante su grabación… ¿Preparado o no?

A esto hay que sumar que la propia Ayuso ha reconocido que ya avisó a Casado la noche de antes de lo que iba a hacer, por lo que entra en contradicción con sus propias palabras: ¿No era una reacción a lo que acababa de pasar en Murcia? ¿Por qué entonces Pablo Casado no dijo nada a Inés Arrimadas durante la conversación telefónica que mantuvieron durante la mañana del miércoles de ello? ¿Quién miente y por qué? ¿Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso? Hay muchos interrogantes que se quedan en el aire mientras que el Partido Popular no ha parado de centrar sus esfuerzos desde entonces en promover en la opinión pública la supuesta traición de Ciudadanos.

Pero vamos más allá… ¿Dónde está la traición? ¿En pedir cuentas a sus socios de gobierno en Murcia por haber hecho las cosas mal? ¿Qué hay más allá de esto? NADA. Las elucubraciones de Ayuso sobre una supuesta quema de brujas contra ella y que tanto han calado al parecer en el panorama político y social no tenían fundamento alguno, y así se lo trasladó Arrimadas a Casado durante esa conversación en la que él no fue valiente ni le contó las verdaderas intenciones de la presidenta madrileña, que no tardó en desalojar todo rastro ‘ciudadano’ del gobierno regional, en el que no estarían si no fuese gracias a ellos.

El avispero político, como era de esperar, no tardó en agitarse. Casado tomó la opción fácil: apoyar a Ayuso. Pero se equivocó, ya que no se esperaba la reacción contraria de los barones autonómicos y la defensa a ultranza de sus Gobiernos junto a Ciudadanos. Hasta al propio alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, se le notaba molesto este jueves durante el homenaje a las víctimas del 11-M, donde insistía en que lo importante son los madrileños y no las siglas, defendiendo su ejecutivo de coalición y demostrando la buena sintonía que mantiene con su vicealcaldesa, Begoña Villacís.

Ha sido precisamente la dirigente ciudadana quien se convertía en protagonista insospechada al responder duramente al “¿Qué tal?” de Casado durante el acto: “Nos habéis jodido”. La sonada contestación ha dejado mudo al líder de la oposición, quien ha cambiado el semblante para, posteriormente, sacar la sonrisa forzada a la que nos tiene acostumbrados cuando se le tuercen las cosas.

La presidenta en funciones madrileña se ha convertido en la rebelde del Partido Popular. Ya durante la pandemia hemos podido ver rifirrafes públicos ante las decisiones que han ido tomando los diferentes líderes autonómicos de la formación, en contra de una Ayuso cada vez más individualista. Véase el caso de su homólogo en Castilla y León, Alfonso Fernando Fernández Mañueco, quien se ha visto obligado en no pocas ocasiones a endurecer hasta límites insospechados las restricciones en su comunidad pese a contar con mejores datos que Madrid debido a la libertad de la que hacía bandera su compañera durante la rueda de prensa en la que presentó su dimisión frente a los medios.

Mención aparte se merece esta última. Una elaborada puesta en escena, con la habitual espera para alimentar la tensión, una rápida conversación con sus consejeros ante las cámaras para que se viera que era una acción consensuada, un objetivo a batir (Ciudadanos) y una razón ‘irreprochable’ que ha repetido como un mantra y que tan bien funciona en la política: la traición.

A todas horas escuchamos ese término que, si bien, se le podría achacar a ella misma porque, finalmente, es quien ha roto el pacto con Ciudadanos, a quienes ha echado de sus puestos de la noche a la mañana dando al traste con todo lo conseguido hasta ahora, que es de lo que se valdrá la propia Ayuso para defender su campaña y su reelección por mayoría, como le han dicho que sucederá, cosa de la que dudan hasta sus propios medios y analistas afines.

A Ayuso le ha movido el ego, no los madrileños. Almeida se está convirtiendo en el inesperado líder carismático de la derecha frente a ‘la dama de hierro’ en la que se ha intentado convertir de cara a una renovación lógica de cargos, que de fin a la ‘era Casado’, algo que está muy presente entre las filas populares. Los cuchillos, como en todo partido, vuelan; pero lo de Ayuso se ha convertido en un espectáculo dantesco echando a los pies de los caballos a su propia formación en el peor momento y utilizando el recurso fácil de: culpa de Ciudadanos, a quienes a izquierdas y derechas intentan derrocar porque en un momento dado la masa de votantes puede darse cuenta de que los extremos son demasiado radicales para ellos pese a que el clima social acompañe ahora. Lo normal es que se vuelva a la senda de la centralidad en un momento dado, y los de Arrimadas pueden ser un coladero de votos -como ya han manifestado anteriormente- al haberse convertido en uno de los pocos partidos que aún demuestra anteponer el interés general por encima de sus propios intereses, algo loable a lo que muchos tachan de ‘veletas’.

Puede que Ayuso gane esa mayoría absoluta que tanto ansía el próximo 4 de mayo y haya sido un golpe maestro a pesar de los madrileños, y no por los madrileños como ella defiende, pero su papel como dirigente popular más allá de cómo haya sido su gestión como presidenta autonómica ha quedado indiscutiblemente en entredicho, y así lo piensan también muchos de sus compañeros de partido. Y esto es verificable ya que ha sido público, no como Teodoro García Egea, quien se inventa conversaciones con dirigentes de Ciudadanos que no han existido para seguir aprovechándose como decía del sparringpolítico o, como en España lo llamamos coloquialmente, el ‘tonto útil’. No hay que pecar de listo, no vaya a ser que demostremos ser lo contrario.

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