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Irene Adler Spinelli

12/12/2018@11:50:30
–Sigue andando muchacho, no te quedes mirando –dijo su madre, al mismo tiempo que tiraba fuerte de su brazo.

Era una noche fría de principios de invierno. Los cristales de la pequeña casa de comidas comenzaban a enturbiarse; las calles comenzaban a quedarse solitarias y se antojaban aún más frías al alma.
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Se hizo tarde. Ella lo sabía, se lo habían dicho mil y una veces. Estate atenta, no seas una inconsciente. Siempre pensaba que su familia se preocupaba en exceso.