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Del kaos al logos (XXII): El individuo
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Del kaos al logos (XXII): El individuo

Por Carlos González
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bergidahotmailes/7/7/15
viernes 17 de mayo de 2019, 11:36h

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En el avance de la Consciencia Humana se produjo un importante salto cuando logró entenderse intelectualmente la constante pugna de fuerzas que representan las interminables dualidades: Frío-calor, noche-día, sístole-diástole, expansión-contracción.

Una de esas dualidades, que nos presenta grandes interrogantes para las que aún no disponemos de respuestas medianamente adecuadas, y que hará girar toda nuestra vida, es resolver adecuadamente la pugna: Individuo-Grupo. Necesitamos la mejor formación para saber resolver la eterna incógnita entre las necesidades, órdenes, e imposiciones del Grupo al que pertenecemos, y nuestros propios deseos, emociones, aspiraciones y sueños, como individuos que aspiran a ejercer su voluntad. Toda nuestra vida social, e incluso de pensamientos en la soledad, versan sobre el eterno problema: el Yo, y Los Demás.

¿Qué es el individuo? La unidad indisoluble que se presenta ante los demás como una voluntad propia. En el caso de los humanos es cada una de las personas que componen ese grupo social. Un Grupo es un conjunto de individuos organizados. Siempre han existido, existen y existirán ambos. Son imprescindibles porque no puede existir uno sin el otro. Decía Bakunin que “El grupo influye en el individuo y lo crea (porque solo somos el producto de un entorno) el individuo influye en el grupo y lo desarrolla” (Lo hace con su voluntad al querer incorporar nuevos sueños a esa sociedad).

A lo largo de toda la historia de la Especie Humana, cuando estudiamos cualquier grupo social observamos que se dan alternativamente la Pleamar y la Bajamar, esto es: La preponderancia férrea del grupo con dogmas tan rígidos que el individuo no puede pensar -El judaísmo estricto, el Nacismo, el Comunismo-, y después épocas donde se destruyen las ideas que defienden la necesidad de grupo, y parece –engañosamente- que solamente existen los individuos, y cualquier idea de conjunto, de grupo, de dirección y liderazgo, es rechazada de plano. Yo creo que hoy, muchos intelectuales y personas bastante formadas de los países de occidente, engañosamente, viven en este estado de pensamiento.

Solo cuando en pequeños momentos de la historia se alcanzó el equilibrio entre el individuo y el grupo se produjeron los mejores avances de todo tipo, especialmente de la Inteligencia para el desarrollo de la humanidad.

Vienen nuestras preguntas: ¿Dónde está ese equilibrio? ¿Hasta cuanto debemos potenciar y defender las normas del grupo? Y ¿Cuáles son los espacios imprescindibles para que se desarrolle el individuo?

Disponemos de nociones acerca de que la posible clave está en que ese grupo forme lo mejor que pueda a ese individuo, y que una vez formado, ese individuo sea capaz de crear pequeñas innovaciones y estas sean aceptadas para el grupo. Después serán enseñadas a los futuros alumnos. Pero sabemos que la presión del grupo tratará con esa educación y formación de adoctrinar a ese alumno y a veces le impedirá pensar, y este no creará ni aportará nada nuevo para la mejora del grupo. Y que el desarrollo de cualquier grupo social, su avance, y mejor aún, su adaptación a los nuevos tiempos cambiantes que le lleven a sobrevivir, no sería posible sin la creatividad de algunos de los mejores de sus individuos. Sin que sean aceptadas y adoptadas nuevas ideas, pautas, costumbres o ritos no sería posible la pervivencia de ningún grupo social organizado. Son los individuos los que innovan e influyen en el resto de miembros de ese grupo, y ese se adapta a los nuevos tiempos (piénsese en todos los pintores, literatos y músicos).

Pero ¿Cuáles son los mejores modos de formación para alcanzar ese equilibrio? ¿Cuándo debe apretar el profesor y ejercer autoridad y que el alumno piense e innove? No lo sabemos. De momento casi…Ni nos lo planteamos.

Que existan normas de conducta y orientación colectiva es absolutamente imprescindible, de lo contrario todos y cada uno de los individuos actuarían caprichosamente, y con ello desaparecerían, porque no habría colaboración, y sin esta nadie sobrevive. Pero ¿ Cómo lograr que los individuos más formados y resueltos de ese grupo sean capaces de aportar innovaciones y cambien lo caduco es imprescindible para que ese grupo evolucione y se adapte a las nuevas circunstancias?. Porque el resultado es que sin esos cambios y aportaciones nuevas ese grupo quedaría anquilosado y no evolucionaría nunca. Con ello, antes que después, sería destruido en la competencia por la supervivencia general.

Aún seguimos con la eterna pregunta, para la que debemos estudiar sin descanso y obtener las mejores respuestas: ¿Hasta donde deben mantenerse firmes las normas del grupo? ¿Cuánto y hasta donde las libertades emocionales del individuo? ¿Cómo formar a este para que respete al grupo y, a la vez, aspire a sus sueños?...

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