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OPINIÓN

El estado del estado (XXVII): El nacionalismo

Carlos González | Jueves 30 de julio de 2020
Yony conoce de forma técnica, al explicar los grupos sociales, que la plasmación política del instinto de la territorialidad, unido a la característica de la Especie Humana, de ser una animal de grupo, nos lleva automáticamente al llamado, Nacionalismo. Todos sabemos que por dicho nombre se conoce: “la defensa a ultranza de la nación y la cultura propia, es decir, a la que una persona cree pertenecer”.

El informante ha debido leer una serie de libros al respecto, su conclusión es la siguiente: La historia del llamado Nacionalismo es tan antigua como la de la propia especie Humana. La Biblia habla constantemente del pueblo elegido y de los de fuera, “Los gentiles”. El Helenismo hablaba de “Xenon” de ahí la “Xenofobia”, el extranjero. Nosotros hemos heredado el Latino, “Bárbaros”. El propio Imperio romano alababa el famoso “Pro patria mori”. Pasando por el propio “El Príncipe” de Maquiavelo que defendía la república propia frente al exterior. Pero su mayor desarrollo y creatividad intelectual de este propio nombre, Nación, se produce tras la Paz de Westfalia (1.648), tras cuyo tratado, al decaer como absoluta la religión, se pasó a defender las naciones como algo absoluto por encima, precisamente, del Papa de Roma, que al frente de la religión Católica, y en nombre de Dios, gobernaba el mundo. Ahora debía ser gobernada cada “Nación”, ¿Estado?, por las élites laicas correspondientes.

Ya se ha explicado el principio de territorialidad inherente a ciertas especies, entre ellas, la Humana. Derivado de ese concepto los machos y las hembras alfa han construido unas jerarquías de poder. Han dotado al grupo de un idioma, unas costumbres y unas creencias que defienden a muerte. Estas son adoctrinadas sin discusión alguna a los niños y alumnos. A partir de ahí se retroalimentan constantemente.

Hoy ya sabemos sin discusión alguna que todo en la vida en la que nos desarrollamos es producto y está sometida constantemente al, Equilibrio.

El lado bueno, casi imprescindible del nacionalismo, que lo tiene, es que sin defensa de lo propio no existiría un grupo social organizado. Se diluiría en otros grupos y no tardaría más que dos o tres generaciones en desaparecer por completo ese idioma, creencias y costumbres. Las personas provenientes de aquél antiguo grupo ya pertenecerían por completo a este nuevo y seguirían con el mismo proceso y estado mental solo que ahora defenderían lo mismo, solo que lo nuevo.

Pero el lado malo es que si no existe una cierta permeabilidad de nuevas ideas y costumbres, y quizá, la llegada de un idioma más universal o de “Lingua Franca”, lo que hace ese grupo social es cerrarse absolutamente sobre sí mismo y matar a cualquier extranjero que no se convierta a las creencias del grupo. Luchará a muerte contra cualquier otro imperio por grande que sea, y le conceda la autonomía que le conceda, y si es derrotado se encerrará en guetos donde puede seguir viviendo y no cambiará jamás –acabamos de describir a la perfección al Judaísmo-.

¿Qué por qué la clave está en el Equilibrio? Porque este consiste en que es cierto que se ha de defender lo propio, pero se ha de buscar la relación y convivencia con cualquier persona o familia individualizada y que pueda desarrollarse aún dentro de nuestra cultura, y con los demás grupos organizados que también tienen su idioma, creencias, leyes y costumbres, y que, igual que nosotros, también los defenderán porque los creen lo más importante. Debemos establecer en principio el mejor comercio posible aún sin relación social. Y después se ha de intentar comprender ambas culturas, relacionarlos lo mejor posible y, si se pudiese, integrarlas lo más que se pueda. De esa forma ya no serían absolutas esas ideas o creencias y podrían convivir en paz con leyes lo más justas posibles.

El conocimiento del funcionamiento de los grupos sociales, visto desde la ciencia, nos demuestra que cualquier grupo y su cultura o territorialidad siempre es Subjetiva, Relativa y Circunstancial. Depende de los accidentes orográficos, de la meteorología, la abundancia o escasez de unos u otros alimentos, de los niveles de agua potable, y, sobre todo, de la historia de conflictos contra otros grupos competidores que es grupo concreto ha experimentado. De sus victoria o derrotas. Algunas, tanto unas como otras han dependido única y exclusivamente de la suerte.

Es cierto que se han de defender de forma equilibrada las costumbres y creencias de cada grupo. Pero lo primero que sabemos es que el contrario hará lo mismo. Luego si queremos avanzar y convivir hemos de ir pactando un mestizaje progresivo que nos lleve a la única regla básica: Convivir y sobrevivir juntos con leyes ordenadas.

Recientemente ya lo ha dicho con claridad un político importante de la Unión Europea “La defensa del nacionalismo es… La guerra”.

Sobre el autor

Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema y de reciente aparición Psicología de virtudes y pecados, de editorial, Letras de autor.

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