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OPINIÓN

Nada más que decir

Jorge Molina Sanz | Sábado 11 de enero de 2020
La investidura nos deja un sabor extraño, no ha sido un cambio de gobierno. Se ha roto el pacto de convivencia que se fraguó con la Constitución y la Transición.

La agitación de nuestro viejo marino era patente. Todo el episodio vivido para la investidura no le ha dejado indiferente, nada más sorber el café se abalanzó sobre nosotros:

—¡Ya no se respetan ni los Reyes Magos! —nos reímos— para ahora retrasar la formación de gobierno. ¿Por qué era tan urgente convocar al Parlamento durante días festivos?

Era visible que no le había gustado nada de lo que se ha visto. Intentamos tranquilizarlo, por lo que la joven profesora le indicó:

—Querido marino, personalmente no te preocupa un gobierno socialista; como siempre dices, durante estos años de democracia ha habido mucho tiempo de gobierno socialista, con sus aciertos y sus errores. ¿Por qué ahora te muestras tan inquieto?

La réplica del marino fue contundente:

—Es cierto, a estas alturas de mi vida pienso que socialismo, liberalismo, neoliberalismo, monetarismo o lo que quieras, no son más que sistemas, y como tales todos tienen cosas mejores y peores, por lo que no descalificaría a priori un gobierno por su signo ideológico. Lo que me preocupa es cómo se llega al gobierno, quienes son los que van a llevar a la práctica ese gobierno, las manifestaciones de quienes dependen, los medios que dicen que van a utilizar, incluso el alcance de algunas acciones que han anunciado.

Teníamos poco que opinar, por lo que el marino se puso en pie siguió con un soliloquio:

—Émile Zola, el escritor francés, en defensa del militar Dreyfus, escribió un manifiesto en el diario L’Aurore que empezaba con el famoso J’accuse!, yo hoy, con toda la humildad, desde este rincón marinero, digo lo mismo: ¡Yo acuso!

Nos miramos extrañados, pero el marino continuó:

—Yo acuso, a los parlamentarios socialistas de ser unos farsantes por haber olvidado todas las promesas que hicieron durante la campaña y engañar a sus votantes. Con ese voto tramposo habéis perpetuado la mentira.

—Yo acuso —siguió diciendo—, a los parlamentarios socialistas de todas aquellas provincias en autonomías que se sienten agraviadas por el trato de favor de otros territorios, como el vasco o el catalán, de ser unos cobardes porque con su voto, no solo perpetuaran, sino que van a acrecentar esas diferencias entre unas y otras. Esos parlamentarios que se les llena la boca preconizando la igualdad. Vosotros, con vuestro voto indigno, sois cómplices de esta injusticia.

Ya parecía un clamor, por lo que otra amiga de la mesa de al lado indicó:

—Yo acuso, a esos parlamentarios, que con su voto han decido que se forme un gobierno con unos socios a los que, durante las elecciones, proclamaban que les quitaría el sueño, no solo a vosotros, sino al 95% de los votantes, y ahora van a gobernar juntos. Con ese vergonzante voto se han burlado de los electores.

—Yo acuso —siguió—, a los parlamentarios socialistas, de que vais a crear un gobierno en el que el futuro vicepresidente, en el parlamento, ya ha amenazado a jueces y periodistas. Con vuestro voto cobarde se van a romper derechos fundamentales y principios de libertad.

El marino le sucedió:

—Yo acuso, a los parlamentarios socialistas, de haberse olvidado de que compañeros suyos fueron asesinados por los que ahora, con su pacto indirecto, van a formar gobierno. No se puede vivir en el pasado, pero tampoco se puede blanquear a asesinos no arrepentidos; y sus discursos han sido un claro ejemplo. Vuestro voto es de traidores.

La joven profesora metió baza:

—Yo acuso, a los parlamentarios socialistas, de haber engañado a los votantes al decir que no pactarían con independentistas. Con escuchar sus manifestaciones quedó claro cuales son sus intenciones. Vuestro voto cómplice es una felonía.

Continuó el marino:

—Yo acuso, a los parlamentarios socialistas, de engaño al proclamar que no había otra alternativa parlamentaria. Hemos tirado 150 millones de euros a la basura por repetir una elecciones innecesarias. Por todo eso, y algunas cosas más que todos hemos visto, os acuso de mentirosos, de desleales, de traidores, de felones de indignos, de farsantes y de cobardes.

Parecía que los ánimos se habían encendido, en ese momento la joven profesora intentó rebajar la tensión.

—A pesar de todo lo dicho, debemos tener fe y esperar a ver como se desarrollan los acontecimientos. Tienes que pensar que no se debe crispar, estar cerca del poder y mantener el diálogo «políticamente correcto» —dijo con tono irónico—, porque si no se está cerca del poder, si no se tiene su beneplácito, difícilmente pueden recoger la cosecha y tener sinecuras.

En ese momento, algo exaltado, nuestro marino concluyó:

—Ante eso, solo te recuerdo que Martin Luther King, el religioso y activista norteamericano, dijo aquello de «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos», pienso que no se puede estar siempre de rodillas, y esos parlamentarios lo tendrían que saber.

Pensamos que no había nada más que decir, a pesar de saber que nosotros, en la aldea, somos insignificantes.

jorgemolina.tesismo@gmail.com

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