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OPINIÓN

Del kaos al logos (XXVIII): Teoría General de los Conflictos (TGC)

Carlos González | Martes 25 de junio de 2019
Cuando en 1.685 Isaac Newton escribió su, “Principia Mathemática”, cambió los criterios que hasta ese mismo momento se manejaban sobre la “concepción mágica” de la caída de los cuerpos y de otras leyes físicas. Lo mismo sucedió en 1.859, cuando Charles Darwin publicó su, “Origen de las Especies”. Ya nada fue igual respecto a la creación divina y la inamovilidad de las especies animales o vegetales.

Ya va siendo hora que algún texto deje claro que no podemos seguir pensando y hablando de mundos mágicos cuando nos referimos a la conducta humana, tanto individual como pública, y, más aún, a la organización de los estados. Ha de ser estudiada desde el punto de vista técnico y entendida y aplicada como una ciencia más. La teoría general de los conflictos (TGC) intenta ayudar en ese camino.

Tal como nos enseñó Aristóteles, debemos observar y extraer leyes de la naturaleza. Con esta disciplina lo que se intenta es estudiar, y una vez que se van extrayendo esas leyes de comportamiento, explicar a los futuros alumnos aquellos conceptos que nos dan luz acerca de nuestros actos, conductas y decisiones. Con estos conocimientos nos demostraremos que no hacemos otra cosa que seguir leyes físicas y químicas que son las que rigen todo nuestro sistema celular y hormonal. Nuestras emociones y la toma de decisiones obedece a leyes naturales igual –aunque ya un poco más complejas- que las que rigen la caída de una manzana o la adecuación de una especie a un medio ambiente. Es algo técnico, susceptible de ser estudiado por la Física y la Química, y puede reducido a complejas leyes.

Cuando estudiemos y comprendamos la Ley de la Expansión Constante, que deviene del propio Big Bang, y su crecimiento y expansión sin límite, entenderemos porqué todas las personas siempre queremos más, de lo que sea, y no nos estancamos aunque consigamos aquello que hace unos años nos parecía casi imposible. Ella nos explicará esa lucha constante de cualquier humano, y de cualquier grupo u organización, así como cualquier empresa, de que siempre piensa en…Crecer y expandirse.

Algo más enigmático, pero que comprenderemos con facilidad, es la Ley de La Existencia. Esta nos demuestra que solo podemos existir si lo atestiguan los demás. Y lo hacemos en tanto influimos en ellos y estos emiten su respuesta, porque son los que dan fe de que existimos y lo hacemos en la posición que ellos nos sitúan. Existo en tanto en cuanto existo para los demás y ellos otorgan ese reconocimiento.

Quizá más fácil de entender es la ley de La Confrontación Constante. El conflicto constante. Por eso Vida y Conflicto son la misma cosa. Es fácil de apreciar en la vida ordinaria aunque no sepamos definirla. La propia creación de dicho Big Bang no es otra cosa que la reacción a dos fuerzas que se empujaron tanto entre sí que las llevó a provocar dicha explosión. Sin contraposición de fuerzas no hay vida. Y, quizá, la vida, no es una ni otra fuerza, sino lo que resulta de la confrontación de ambas, o de todas aquellas que intervengan. Prueba de ello es que la electricidad no es el polo positivo o el negativo sino la interrelación de ambos. Si se creó la primera partícula atómica ha sido por las fuerzas que obligaron a las partículas sub-atómicas a organizarse. No se puede entender ninguna planta o animal sin ver que es el resultado de un enfrentamiento químico con el suelo que habita, contra unas condiciones atmosféricas o, en los animales, contra los grupos competidores y los depredadores que les diezman.

Una ley importantísima es la De Los Acumuladores de Dolor, o Ley de la Conducción. Lo que ha dirigido desde la primera reacción química cualquier estímulo de un ser llamado “vivo” no ha sido otra cosa que lo que le causaba dolor, huir de ello. ¿Dónde estaba ese dolor? En su destrucción. Nuestro sistema nervioso nos dice que algo nos duele cuando algunas de nuestras células importantes son dañadas. A nivel Psicológico nos duele una situación cuando nos ha producido una pérdida afectiva o material que para nosotros era importante. ¿Por qué nos conduce? Porque nos lleva a apartarnos de esa situación y aprender a no repetirla. Buscamos el placer porque pretendemos repetir una situación que no nos causó dolor y provoca un estado de bienestar a través de hormonas químicas en los receptores de nuestro cerebro.

Cuando comprendamos las anteriores y otras más, todas ellas leyes que rigen nuestra existencia y nos conducen en ella, entenderemos como funcionamos, y obtendremos el conocimiento para entender cómo interactúa nuestra biología y sobre todo, nuestra psicología. Cuando estudiemos y comprendamos en profundidad ambas –de ahí la remisión constante a nuestra Psico-Biología- entenderemos los Conflictos de la Naturaleza y extraeremos esa teoría general de los conflictos (TGC).

Sobre el autor

Carlos González es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.

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