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OPINIÓN

Comprender el mundo (XII): La jerarquía

Carlos González | Miércoles 12 de septiembre de 2018
Cuando analizamos las jerarquías, podemos entenderlo en dos sentidos muy amplios…

El primero se refiere a la simple jerarquización, la que se da en todo el reino animal y que se dilucida con la fuerza física, por ello cada lobo o cada elefanta sabe cuál es su puesto frente a los demás. La segunda es la más propia de los humanos, esta es la organización que se genera en todo Grupo Social Organizado, que a su vez es claramente jerárquica, pero que implica una actuación conjunta y una clara correa de trasmisión de órdenes, de voluntades. De esta es de la que vamos a hablar para aprender de ella.

Si acudimos a la RAE poco nos ayuda, es aún más escueta, solo nos dice que jerarquía es: Graduación de personas, valores o dignidades. Intentamos analizar Funcionario, y nos dice dicho diccionario: Empleado jerárquico, generalmente estatal. Parece que nos otorga algo de luz. Nosotros queremos analizar todo el grupo de personas que sirven, trabajan, encuentran todo su sustento y demás intereses dentro de la ocupación de servir al poder de turno y hacer de ello el sentido de su vida, su desarrollo profesional y el sustento de sus respectivas familias.

Esto sí que es exclusivamente humano, y más aún, solo se produce con el desarrollo de sociedades más asentadas y amplias, en la que es necesario impartir órdenes a distancia. Para no pararnos mucho diremos que nace en Sumer y Egipto, con ellas se inicia la especialización del trabajo y las organizaciones dentro de cada cultura.

Al analizar la jerarquía inherente a todo grupo social Organizado, comprobamos que casi todo es cuestión de Equilibrio, y en base al mismo se ha producido todo su inmenso desarrollo y poder de implantación. Podemos y debemos esperar de ella todo lo mejor y también, todo lo peor que un ser humano pueda aplicar. Ha sido absolutamente imprescindible para desarrollar las sociedades y alcanzar niveles de justicia y razón mucho más allá de la simple violencia. Pero en muchas ocasiones de la historia esas jerarquías han llevado a matanzas y saqueos que dejarían helado al mismo Atila. Cabe preguntarse cuanto horror han causado las jerarquías Soviética, la Nazi, La Maoista o la de Pol Pot.

La formación de estas personas es especial. Se las exige y orienta a que toda su vida sea un servicio y una obediencia. Ellos están para recibir y aplicar sin dudar las órdenes del poder máximo, no cuestionarlas nunca y aplicarlas a rajatabla. En caso de duda su actuación siempre debe ser en beneficio de sus ordenantes, del grupo al que pertenecen. De quien dependa ese poder máximo puede llevarles a cometer, con total impunidad y deshumanización, las mayores calamidades inimaginables. Piénsese en el Nacismo, o en el Estalinismo. También basados en esa dedicación y servicio les lleva a despreciar su vida con total entrega a los demás, obsérvese en cualquier policía o guardia civil que se arroja –sin dudarlo- a un rio o a un fuego para salvar a un desconocido, donde el riesgo es mortal.

Su preparación estructural siempre es la misma, máximos conocimientos y aplicación de los mismos para obedecer ciegamente al poder. Nunca deben cuestionar a sus superiores. Ello les exime de cualquier responsabilidad. Su educación coyuntural dependerá del poder de turno. Un inglés era educado para servir al rey, un americano para defender a los ciudadanos de la república. Pero su actitud es calcada: Servidor implacable. Ausencia de valoraciones propias y de sentimientos de humanidad –cuando el piloto americano soltó la primera bomba atómica que sabía que mataría a decenas de miles exclamó: “Vaya pepinazo”-. Aprovecharse al máximo del puesto. Búsqueda de beneficios propios para ellos y sus familias. Nadar y guardar la ropa para siempre estar del lado del poder… A Rey muerto, Rey puesto.

Toda su vida está orientada a permanecer y escalar, cuanto más mejor. Muchas veces suben hasta lo más alto y terminan confundiendo sus propios intereses con el interés general. Ellos no tienen duda, siempre ha de permanecer el suyo. Todo ello hace que desconecten del común de los ciudadanos. Por una parte se les enseña que no deben casarse ni con sus padres –nótese como todos las iglesias al formar a su futura jerarquía les apartan de sus padres y hermanos hasta el punto de convertirlos en extraños, cuando hablas con uno del Opus Dei se te parte el alma al comprobar como los han deshumanizado- esta formación les provoca esa distancia inicial, pero luego, con los años de práctica, comprueban que sus intereses son diferentes, puede que a su país le vaya mal pero puede que ello les haga más importantes o imprescindibles. Por eso saben que sus intereses son propios de su colectivo. Al final solo les interesa la jerarquía misma, el resto de ciudadanos –en la mayoría de los casos- son “El enemigo”.

Pero también les lleva a ser los mejores de los mortales. Piénsese en los miles de misioneros, los pertenecientes a las ONG, o en muchos funcionarios que viven para servir a sus conciudadanos sin importarles otra cosa que ayudar y servir. Repito todo es una cuestión de equilibrio. De esa jerarquía –de todas, por eso se estudia como un grupo universal del que extraer verdades científicas- se deben obtener grandes conocimientos. Debemos analizar sus comportamientos conductuales. Profundizar en sus motivaciones psicológicas, y comprender que su posición en la vida, en el juego de intereses, les lleva a adoptar unas actitudes y comportamientos que hace que parezcan calcados un funcionario soviético de la época más sombría y a un empleado público británico de la situación más lasa y democrática de su actuar estatal.

Son imprescindibles, siempre estarán ahí. El problema es como los mantenemos en “Equilibrio”.

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