Un relato que combina con maestría un hecho histórico con una trama de espías, periodistas y empresarios sin escrúpulos en el turbulento Madrid de la República.
“En el Códice Sinaítico, entre otros descubrimientos desconcertantes, no aparecía ninguna frase de los evangelistas que indicara que Jesucristo había ascendido a los cielos. Eso significaba que los versículos que en las Biblias posteriores relataban ese episodio eran una simple y llana manipulación: se habían añadido sin el menor escrúpulo.”
A mediados del siglo XIX, Constantino von Tischendorf, erudito alemán, descubrió en el monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí y bajo el patrocinio del zar de Rusia, un códice que resultó ser la Biblia más antigua conocida, un descubrimiento de valor incalculable que supuso, además, un gran escándalo. El Codex Sinaiticus venía a confirmar la existencia histórica de Jesucristo, pero sus diferencias con los evangelios conocidos mostraban que el Mesías podía no ser Dios, en todo caso solo su hijo o, peor aún, un profeta más, un cuestionamiento documental del dogma fundamental de la Trinidad que la Iglesia no podía permitir.
El Codex pasó a formar parte del tesoro del zar Alejandro II, que mandó elaborar varios facsímiles para regalar a las cortes europeas, entre ellas la española. El zar había sido objeto de varios atentados, pero no temía por su vida, sino por el futuro de su amada segunda esposa, la zarina Catalina Dolgoruky, odiada por la familia del zar. Cuando Alejandro, finalmente, fue asesinado, su cónyuge tuvo que salir del palacio y se llevó una de las copias del códice, ante el que tantas veces había rezado con su marido. Junto a ella viajó a París Francisco Pérez, el hijo del español que había ayudado a Tischendorf a traducir la obra y que siempre había sido fiel amigo de la zarina en desgracia. El códice permaneció en Rusia hasta que, a finales de 1933, Stalin lo vendió al Museo Británico por una suma fabulosa.
Hasta aquí los hechos históricos. Pero, ¿es esta toda la verdad? ¿Era el Codex Sinaiticus un documento único? ¿Es el ejemplar que se encuentra en el Museo Británico el original, es un facsímil, o hay un secreto aún mayor que no puede salir a la luz?
Madrid, 1934. El diario La Voz publica una escueta noticia sobre la llegada al Museo Británico del Códice Sinaítico. Poco después, en el periódico se recibe la carta de unos libreros de Londres recriminando al rotativo no haber nombrado su firma como encargada de la compra-venta del códice. La misiva, sin interés para nadie, termina en la papelera de la redacción, pero Emilio Ruiz, redactor de sucesos de La Voz, se da cuenta de que el censor enviado por el Gobierno ha recogido a hurtadillas la carta y se la ha guardado. Intrigado por este hecho, Emilio envía tras el funcionario a Carrerilla, uno de los niños voceadores del periódico, que pronto vuelve con la noticia de que el hombre ha entrado en el ministerio de la Gobernación y ha entregado un sobre para el ministro.
Emilio, periodista de vocación, antiguo barbero, camarero y varios oficios más, ve en el asunto una posible noticia y se lanza a la búsqueda de pistas. En primer lugar consulta a un marchante de antigüedades que se muestra muy nervioso por las preguntas del periodista y que es asesinado unos pocos minutos después de que Emilio abandone su domicilio. Emilio comprende que ha topado con un tema importante y peligroso y continúa sus pesquisas preguntando a la corresponsal que envió la noticia desde Londres, quien le remite a un sacerdote. Tras una charla con el clérigo jesuita en un momento en el que la Compañía de Jesús opera de forma clandestina en España, este le habla del facsímil que se encuentra en la Biblioteca Nacional, recomendándole que lo consulte para comprender su importancia.
Cuando acude a la biblioteca no se le permite ver el ejemplar, pero María, una de las empleadas, le ofrece la posibilidad de acceder al códice si se atreve a entrar en la biblioteca por la noche de forma furtiva. Impulsado por la curiosidad y también por el atractivo de María, Emilio se dispone a la aventura, solo para descubrir que la copia del códice ha desaparecido. La joven, que también parece sentirse atraída por el periodista, se ofrece a ayudarle en las pesquisas pero, muy pronto, la atracción mutua dará paso a una relación mucho más íntima.
Durante la primera noche que pasan juntos, María se sincera con Emilio y le habla de su pasado, un pasado lleno de sorpresas. La bibliotecaria ha vivido experiencias que dejan a Emilio sin palabras, pero ella le gusta y está dispuesto a dejar de lado por una vez su inquebrantable fama de solitario para intentar una relación más adulta. Lo que Emilio no sabe es que María no le ha contado todo y que guarda un secreto de su pasado que tiene mucho que ver con el presente de Emilio y su búsqueda del códice.
Pero los acontecimientos no le van a dejar tiempo para averiguar nada más. A partir de que el periodista descubre la desaparición del ejemplar de la biblioteca comenzará una auténtica carrera contra reloj en la que Emilio será golpeado por un grupo de matones falangistas y salvado in extremis por un misterioso personaje con acento extranjero; María desaparecerá sin dejar rastro; Emilio será detenido por su posible implicación en la muerte del marchante de arte, se salvará de una bomba que deja malherido a su amigo Carrerilla y se verá cada vez más inmerso en un complot con ramificaciones internacionales.
¿Qué se esconde detrás de todo este asunto? ¿Por qué ha desaparecido la copia que, en principio, no debería interesar demasiado a nadie? ¿Qué tienen que ver los tres fascistas que le golpearon y lanzaron la bomba contra Carrerilla con el Códice Sinaítico? ¿Quién les ha mandado eliminarle?
La indagación sobre los tres hombres que le dieron la paliza conduce a Emilio hasta Gregorio María Izaola, un poderoso industrial bien conocido en todos los prostíbulos de Madrid y que guarda en su mansión de la Castellana un tesoro de antigüedades y piezas de gran valor conseguidas por métodos inconfesables.
Es él quien ha robado el ejemplar de la Biblioteca Nacional y ha permitido que Emilio acceda a su tesoro para enseñárselo y conseguir así que el periodista deje de investigar. Pero no es un facsímil lo único que posee el industrial en su cueva de tesoros y, al descubrir la verdad, Emilio verá peligrar su vida, y tendrá que echar mano a todo su ingenio para sobrevivir.
“¡Salga ahí fuera, a su mundo!, ¿qué se va a encontrar? Monarcas que desertan de sus reinos, burgueses que se creen agraciados por la mano soberana del pueblo, miseria que se convierte en enfermedades, hombres que compran y venden sus almas por mucho menos de lo que cuesta cualquiera de estas piezas, venganzas, inmisericordia... A ustedes, los periodistas, les corresponde investigar todas esas cosas, pero se limitan a publicar la escasa sangre que salpica, unas veces porque resulta imposible conocer la verdad y otras porque sus jefes les impiden hacerlas públicas.”
Un juego de dimensiones históricas y repercusiones internacionales
La Biblia bastarda está contada en dos tiempos. En capítulos alternos a la historia que se desarrolla en el Madrid de la República, los autores nos relatan con un rigor histórico trufado de novela de misterio las dificultades que vivió Tischendorf para descubrir el códice, la sorpresa del historiador y sus dudas de conciencia al comprender que lo que había descubierto ponía en tela de juicio todas las creencias de la Iglesia oficial; sus valerosos esfuerzos por conseguir el manuscrito y su viaje hasta llegar a la Rusia zarista, además de la historia de la zarina tras su huída de la corte de San Petersburgo.
La acción se traslada sin estridencias de un monasterio a los pies del monte Sinaí a las turbulentas calles del Madrid de la República; de las calles polvorientas de El Cairo del siglo XIX al París de principios de siglo XX o la corte de San Petersburgo poco antes de la revolución bolchevique.
Un estudioso de la Biblia que encuentra un tesoro en un monasterio milenario, una zarina repudiada en posesión de un tesoro de valor incalculable, un fiel servidor depositario de un secreto por el que muchos están dispuestos a matar. Espías rusos, matones falangistas, una bibliotecaria que oculta un pasado traumático, un magnate sin escrúpulos y con aficiones secretas, un policía con gustos discutibles y, finalmente, Emilio Ruiz, un periodista curioso, inmerso en una compleja intriga que estará a punto de costarle la vida.
Además de una trama urdida como una perfecta tela de araña, es de destacar en La Biblia bastarda los personajes que transitan por sus páginas; personajes descritos con maestría y que son el elemento preciso para convertir esta novela en un acabado fresco de aquel momento histórico apasionante. En especial el protagonista, Emilio Ruiz, un personaje con tanta fuerza, que merece convertirse en uno de esos referentes indispensables de las novelas de intriga. Su personalidad y su ingenio para salir de situaciones extremas y su irónico sentido del humor harán las delicias de los lectores que, sin duda, esperarán volver a descubrirlo en libros posteriores.
Tomando como hilo conductor una historia real, la del Códice Sinaítico y los avatares sufridos desde su descubrimiento, los autores de La Biblia bastarda manejan con absoluta autoridad una historia compleja y vertiginosa, con múltiples aristas que terminan confluyendo en un magnífico desenlace que no deja un solo cabo suelto. Dos historias separadas por casi cien años: los últimos estertores del imperio zarista y los agitados tiempos prebélicos de la España republicana coincidirán en un lugar y un momento históricos de complots internacionales.
La cuidada ambientación convierte al Madrid del año 34 en otro personaje más de la novela. Una ciudad plagada de conspiraciones, de miseria y de violencia; una ciudad que, en palabras del protagonista, empieza a parecerse a una “antigualla destinada al rastro”. Los autores sustentan su sofisticada trama en la recreación de ese Madrid que ya huele a guerra civil, el Madrid más oscuro, el de los lupanares, los casinos clandestinos, los fumaderos de opio, las algaradas políticas y el extrarradio miserable, lugares que son como la trastienda de la república habitados por sus personajes más significativos: monárquicos, anarquistas, fascistas y comunistas, y todos a la gresca.
Un libro trepidante, sorprendente, que combina un hallazgo histórico real y controvertido con un argumento lleno de acción, amor y sorpresas y el inteligente retrato de un tiempo pasado que nunca se debería olvidar.
Los autores
Fernando Tascón es licenciado en Periodismo con Premio Extraordinario fin de carrera, licenciado en Psicología y diplomado en magisterio. Tuvo a su cargo la emisora de Radio Nacional en Ponferrada y en la actualidad es director de Radio Bierzo (Cadena SER). Ha sido corresponsal de la Agencia EFE y colaborador de diversos medios de prensa.
Mario Tascón es periodista y uno de los expertos en Internet más conocidos del panorama de medios español. Ha dirigido las versiones digitales de periódicos como El País o El Mundo. Es asesor de empresas en proyectos de comunicación digital en España y América. Dirige el Manual de estilo para Internet y redes sociales de la Fundéu. Es coautor de los libros de ensayo Twinttergrafía y Ciberactivismo.