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OPINIÓN

Amabilidad con los migrantes

Un español en Alemania (86)

Jose Mateos Mariscal | Domingo 07 de marzo de 2021
El término "raza", inscrito en la Constitución alemana de 1949 como antídoto contra el ideario racista nazi, divide a la Alemania de hoy entre quienes defienden el sentido del articulado y quienes alertan de que es obsoleto y contraproducente.

"Nadie debe verse perjudicado o favorecido por su sexo, su origen, su raza, su idioma, su patria, creencia, ideología religiosa o política", establece el artículo 3 de la Carta Magna. Así quedó redactado, cuatro años después de la derrota del Tercer Reich, para preservar a las generaciones presentes y futuras del fanatismo nazi por la raza aria.

“Entre los seres humanos no hay, según la ciencia, más que una raza. No es acorde con los tiempos y debe ser modificado", advertía recientemente el diputado Karamba Diaby, en declaraciones a la radio pública regional de Berlín y Brandeburgo, Rbb.

Diaby, del co-gubernamental Partido Socialdemócrata (SPD), nació en Senegal y se convirtió en 2013 en el primer diputado negro del Bundestag (Parlamento federal). Ha sufrido varios ataques racistas, el último de ellos en forma de disparos contra su oficina de Halle, en el este del país, donde la ultraderecha es la segunda fuerza.

La decisión del Gobierno Alemán sobre emigrantes no es la correcta. Su protección es un acto moral y se debe proteger. El 2020 no fue un año que estimulara la amistad entre distintos pueblos. Las reacciones a la pandemia no fueron altruistas. Lo primero que hicieron algunos países fue cerrar sus fronteras a los extranjeros; algunos, incluso, las cerraron a sus propios nacionales que intentaban regresar.

La producción de insumos de salud fue confiscada para uso interno y la compra de vacunas se convirtió en un remate en el que quienes primero compraron, antes de que hubiera resultados de las pruebas, fueron los que ya hoy empezaron a vacunar.
La presidenta del Gobierno, Angela Merkel, debe estar muy agradecida de hijos de inmigrantes turcos en Alemania, creadores de la vacuna contra la covid.

La empresa alemana que trabaja en una inmunización contra la pandemia, son un matrimonio de expertos en cáncer, una pareja turca que ha dado esperanza al mundo con su proyecto.

Por eso no debemos estar orgullosos con la propuesta Alemana de un estatuto de no proteger a los emigrantes. Muchas personas lejanas al Gobierno reconocieron su acierto. Algunos espíritus menores no fueron capaces de superar sus odios (unos contra el Gobierno, otros contra los extranjeros). La protección de los emigrantes es, sobre todo, un acto moral. Hay quienes, además, hacen cuentas y muestran que es conveniente. Puede ser, pero ese argumento es secundario.

Una de las novedades bibliográficas del año pasado fue La amabilidad de los extraños, del profesor de psicología de la Universidad de California Michael E. McCullough. El subtítulo es explicativo: ‘De cómo un simio egoísta inventó un nuevo código moral’. Se refiere al código de respeto y amabilidad con los migrantes extranjeros, y discute argumentos de la evolución natural para explicar su surgimiento.

La pregunta se ha planteado en el pasado, empezando por el mismo Darwin en El origen del hombre. Las explicaciones que se han dado son extensiones de aquellas que explican el altruismo, que a veces llega al sacrificio personal por los miembros del grupo familiar o tribal cercano. Pero el profesor McCullough siente que esos argumentos no son suficientes, que acá hay algo diferente.

Cada día más grupos en nuestras sociedades modernas están incluidos en ese “círculo en expansión” que describió el filósofo Peter Singer, pero no es tan claro cómo se empezó a incluir a los migrantes extranjeros en él.

La historia de la humanidad es una de migraciones. En realidad, las migraciones preceden a la historia. El Homo sapiens empezó a migrar unos 300.000 años antes del comienzo del Neolítico (hace 10.000 años) que es la época en la que empezamos a tener verdaderamente historia. Otras especies de Homo migraban hace tres millones de años. Migraciones que fueron violentas. El asunto era conquistar o ser conquistado; y en tal caso, aniquilado o esclavizado.

Algo pasó recientemente que cambió las cosas, tan recientemente que resulta difícil explicarlo con la evolución natural (y eso es lo que plantea el libro mencionado). Surgieron legislaciones que se apiadaban del desvalido, instituciones que apoyaban, por ejemplo, a las viudas y a los huérfanos (que eran objeto de los peores tratos) y también a quienes, por sequías y hambrunas, o por expulsión, debían emigrar.

El autor del libro ve el surgimiento de esos códigos morales relacionado con la norma de oro: “No hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”, y a partir de ella, con elaboraciones racionales y lógicas que conducen a una moral más moderna. Sus argumentos, si bien no son definitivos, son fuertes. La decisión reciente del Gobierno Alemán no es la correcta de acuerdo con esta lógica, alejada de la de aquellos simios cuyos horizontes se limitaban a los de su pequeña tribu.

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